Te llega.

Como un inesperado rio.

Y te ves hasta el cuello de ella.

Y te asombras de su dulzura.

 

Que no te ahoga, que te exalta.

Y miras hacia las estrellas y el negro Iris de Dios.

Y te das cuenta de lo pequeño e inmenso que eres.

Y te asombras. Y no sabes cuanto eres.

 

Y las flores de Noche te embriagan.

Y no sabes de nuevo como interpretar tanto.

Todo tu intelecto se volca hacia tu interior.

Y ves una llamíta mágica.

 

Y sientes una caricia inentiligible.

Y sonries.

Y ves tu alrededor como un sueño.

Y te das cuenta de cuan minusculo eres.

 

Ernesto Onofre

 

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