Cuando me concebiste, en ello te convertiste.

Cuando millones de brazos te buscaron y sólo un par logró alcanzarte.

Cuando tu genesis en su obscuridad mágica comenzó el proceso de tu embarazo.

Cuando el indice maravilloso de la Creación me plantó en tu vientre.

 

Cuando te diste cuenta de mi presencia y una alegría maravillosa iluminó tu rostro.

Y corriste hacia mi padre ha decirselo. Y tu respiración entrecortada por la emoción

te transformó al saber que ibas  a ser madre de nuevo.

Y comenzaste a contar los dias de tu gravidéz, las semanas, los meses…las horas…

 

Y llegó el momento de mi nacimiento…tus dolores de parto…

la partera ayudandote…el esfuerzo de toda tú…

Y nací…y mientras inhalaba mi primer sorbo de aire rompiendo en llanto…

tú quisiste inmediatamente sentirme en tu pecho…y sentir mi cuerpecito tibio muy

cerca al tuyo…y mi padre te abrazó y te besó.

 

Era febrero y no hacía mucho calor.

Y la llama de petroleo a un lado, era la llama maravillosa de la vida

iluminando todo a su alrededor…y la leña bajo el comál crepitaba

el agüa se calentaba y la hora de cenar se aproximaba…

 

Y la vida para mi comenzaba…la vida mágica, la vida, la vida, la vida…

 

Como agradecerte madre mía.

Eventualmente aprendí cosas maravillosas, cómo leer y escribir.

Distinguir lo bueno de lo malo.

Lo amargo de lo dulce. Lo propio de lo impropio.

 

Aunque no sé que tan acertado sea en todas esas cosas.

Porque mi entendimiento es muy limitado y mi ignorancia vasta.

Pero con todo eso, soy el hombre

más felíz de la Tierra.

 

Trato de ayudar al prójimo cuando puedo.

 

Fijate que canto y toco la guitarra un poquito.

Si tú vivieras…yo te cantaría hasta que mas aliento no tuviera.

 

Tu hijo Ernesto

 

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