Nos dimos un baño de tina. Delicioso.
En hojas de laurel y menta. Y vino tinto en las venas.
Tu piel era seda pura. Cómo la de tú alma. Y la mia…? aun no lo se.
Mis manos, alas llevandome al Paraíso enjabonando tu espalda.
Besar el lóbulo de tus orejas me llevó hasta la luna.
Tu susurrar en las mias, más allá del sol.
Tu descanso sobre la almohada, en extremo celosa de la mia.
El rozar de la luna sobre tu hombro izquierdo; casi la mato de celos.
Besé tu hombro suavemente para no despertarte.
Y lo cubrí con mil besos. No quise que tuvieras frio.
Y besé tu cuello. Y te conté un cuento mientras dormías.
Y se vió un dejo de gusto en tu sonrisa.
Y acaricié por última vez tus caderas antes de dormir.
Y tomé tu mano en la mia para no extrañarte.
Ernesto Onofre