Esta mañana fue hermosa. Nublada, fresca, mas bien fria, como me gusta.

Encendí  el cirio de cuatro dedos de ancho que tengo. Lo puse en una mesita.

Aquí, afuerita del árbolito. Al pie del cual están las cenizas de Rocky.

Y al pie del mismo me senté a observar la llamita del cirio.

 

Como se mecía de un lado a otro…cómo el sol le hacía competencia.

Y cómo la llamita iluminaba como cinco soles…ante mi mirada…y el sol se

humillaba. La observé y observé…y seguí y seguí su cadencia hipnotizante.

Y respiré lenta y profundamente una y otra vez…y otra vez..

 

Sin quitarle la mirada a la llamita…sentí que el tronco del árbolito me abrazaba.

Voltee hacia sus ramas y hojas mientras el viento se deslizaba entre todas…

Escuché  un silbido tenue…como el de un suspiro divino…y jalé más y más aire.

Me sobrecogió la Emoción y no pude evitar hacerle el amor a su hermana la Lagrima.

 

El cielo estaba algo nublado, por eso el sol no estaba en todo su esplendor.

Me tomó un escalofrío, y me puse el sueter en el que me había sentado.

La llamita seguía, seguía cómo lllamandome…y no podía desprender mi mirada de ella.

Y colegí que la llamita del cirio era la llama mágica del discernimiento.

 

Y repentinamente, todo a mi alrededor cobró un brillo especial…

Por un momento brevísimo…todo mi entorno se sintió mágico.

Como el latido de mi corazón.

El tuyo, y todo ser viviente.

 

Y fue la misa más linda a la que he acudido. Fui el sacerdote, el acólito, el

congregante, tomé la hostia del aire limpio,  dulce cómo la miel.

No oí sermones, ni ruidos proximos a mi, ni llantos pedigüeños.

Amo tanto a mi projimo cómo él a mi. El en su casa y yo en la mía.

 

Ojalá que ustedes hayan tenido un hermoso domingo.

Les sugiero encender un cirio en momentos de reposo.

Observar su llamita mágica…mientras respiran profundamente

con cada fibra de su alma.

 

Ernesto Onofre

 

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