Mi mano y el resto de mi.

Donde quieras y por el tiempo que quieras.

Suavecito y despacito. Como la brisa toma al pasto.

Y el musguito al  árbol.

Tomame cuando lo sientas. Y cuando no, también.

Tus brazos son alas que no me cansan de volar.

Y entre más alto me llevas, me haces desearte aun más.

Y si sólo yacemos, la ventana del cuarto dá hasta las estrellas.

Y desde ahí podemos admirar el rojo atardecer.

Y en la madrugada las estrellas.

Por eso, tomame, tomame, tomame.

Sé la noria de mi sed.

Ernesto Onofre

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