Salgo a recoger las dulces lagrimas del rocío a medianoche.
Con unas hojitas del rosal que se cayeron.
Con una pizca de tierra humeda.
Y la humedad de mis besos.
Y me regreso apresuradamente y las pongo en tu mesa de noche.
En ese lindo recipiente verticál de cristal.
Te beso suavemente y cubro tu hombro desnudo.
Y tu tibia respiración inunda el cuarto.
Y tu mano es suave y estoy en contacto con el universo.
La luna y las estrellas. El indice de Dios y los labios de Maria.
En el vientre de las montañas que nos rodean.
El grillar del grillo y ulular de la lechuza.
Y el sueño nos lleva hasta el último rincón.
Y allí hacemos vigilia hasta el amanecer.
Gracias por tu precioso tiempo que compartes conmigo.
Tuyo.
Ernesto Onofre