Tan cerquita que se veía.

Traté de acariciarla y besarla, y nada.

Por más que traté, no la alcanzé. Me subí a una silla, nada.

Puse una escalera contra la barda, nada.

Pensé ( como soy tan inteligente ) con un lazo. Nada

Con la aspiradora, nada.

Me subí al árbolito, nada.

Estaba requete sude y sude y frustrado en mis intentos.

Traté  zalamería. Hermosa luna, dejame tocarte. Nada.

Y mientras yo hacía quien sabe cuanta cosa, su luz argentina me sacudía.

Mi imaginación se encontraba desquiciada

mi ansiedad era extrema.

Opté por sentarme al pie del del árbolito y admirarla.

Y de repente que escucho a mi hermano el grillo.

Su dulce grillar, el viento tibio de la noche, vistieron tódo de mágico.

Con la luz plata de la luna.

El sólo hecho de admirarla llenóme todo. Y sentí.

Una inhalación dulce…el latido de mi corazón, mi pulso fuerte…

la emoción que te embarga cuando rozas con la yemas de los dedos

los petalos de una rosa.

Ernesto Onofre

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