El calor de tus brazos

es el de dos soles.

Y el de tu pecho, el de la primera

a la última Estrella.

El roce de tus labios

son los senos de María.

Tu respiración crepitante, el Popo

y el Ixta. Ahogándome en el lago del Deseo.

Gracias por tu brisa esta madrugada.

Me encanta notar tu alegría en la mariposa furtiva.

Y notar tu mirada en la pupila del sol.

Tu proximidad me eriza la piel y cada una de mis células.

Nina hermosa.

No olvides darle su canela con miel a Madre Mexíca.

Recuerda llevarle rosas también. Ya la conoces.

Permite que la punta de mi lengua y todo yo

arda en la pira de tu intimidad.

Tu niño hermoso.

Ernesto Onofre

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