Cuando emprende el vuelo de la punta del poste de la luz.

Crea una sombra del tamaño del universo con sus alas.

Un eclipse solar de preciosos siete segundos.

Una obscuridad total y fría.

Alcanzas a ver las estrellas.

Acompañado de un dulce silencio.

Con coros del grillo, la lechuza y el lobo.

Mi espíritu se emociona por tal grandeza.

Y mi respiración se entrecorta ante tal belleza.

Magia pura sin palabras. Más que las que escribo.

Cuando estoy a punto de pasarme a mi carrito, regresa

súbitamente al poste.

Me ve fijamente. Lo veo fijamente.

Me dice telepáticamente:

– Hey, mi manzana.

– Ah, perdona, se me olvidaba.

Regreso a la cocina y le parto en cuadros una manzana.

Y en dos jicaritas, le dejo su manzana y agua.

Manejo en reversa y espero unos segundos.

Se acerca y come su manzana y bebe agua.

Nos vemos fijamente de nuevo.

Y me alejo a recorrer la Medusa de mil autopistas

de Los Ángeles.

Ernesto Onofre

Leave a comment