Acabo de llevar a Rico a caminar.

Rumbo al frente, uso mi lámpara para asegurarme

de la presencia de coyotes.

Y hete que veo un tlacuache.

Cerca de la chimenea del vecino del frente.

Entre los arbustos.

Jovencito. Como de cuarta y media de largo.

Bien bonito. Pero antes de esta noche, les tenía asco y miedo.

Por mi ignorancia.

Pero luego de saber acerca de ellos, ahorqué mi ignorancia

acerca de los tlacuaches. Que cojo a mi ignorancia

y que la cuelgo del mero cogote del arbolito. Toma.

Y ahora libre de ella, pude admirar lo lindo del tlacuache.

Volteó y me vio cuando lo iluminé y sus ojos fueron

dulces. Y su mirada pura. Una criatura más.

Ernesto Onofre

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