Fue buen hombre.
La casa en Prado 569 tenía tres cuadros
El tercero daba al baño.
Yo tendría…9 años. Acabábamos de regresar de Mazatlán.
Iba al cuarto de Primaria.
Cuando mi papá regresaba del baño al primer cuarto; se sentaba
al borde de la cama y mesaba mi cabello al mismo tiempo
que rozaba mi frente.
– Cómo estás hijo.
Me preguntaba.
– Bien, Papá.
Su mano era tibia y amorosa. Sentía también su anillo de bodas
en su dedo anular. De alguna forma el roce de mi madre
también.
La mano protectora de mi padre.
La misma que trazaba dibujos industriales con el compás, el
escalimetro, el transportador. Con la precisión de un sastre, un carpintero.
La mano que usaba todo tipo de herramientas.
Que arreglaba todo tipo de problema mecánico relacionado con trapiches
azucareros.
Fue bueno.
La gente lo procuraba.
De Mazatlán, Walamo, Teocuitatlán, Guadalajara.
Pedro Crespo ( en paz descanse ). Los Indios, una pareja que no salían
de la casa. Muy buenas personas. Visitaban a mi papá y le llevaban
fruta, queso y una botella de tequila que compartían.
Platicaban y reían y bebían.
Me parece que ese mismo año fue cuando conocí a mí tía Pina.
Mi tío André y mis primos Juan y Jesús. Acababan de llegar de la
capital. A un apartamento cerca de Libertad. Si mal no recuerdo.
Mi papá fue bueno y de buen corazón.
Gracias papá.
Ernesto Onofre