Por haber matado a un bello animal.
Haberlo torturado incansablemente.
Haber hecho mofa de él por una eternidad.
Mientras su dulce sangre producía rubíes.
Para divertir a incontables imbeciles.
Olé…Olé…Olé…mientras el bello toro sufría.
La pestilencia sudorosa de colonia cara
caía sobre la arena. Como una nube de pus.
Axilas sin rasurar. Dientes sin cepillar. Aliento hediondo.
Borrachera masiva de sangre. Vulgaridad y pestilencia.
La mezcla de estratos sociales en un mismo coro.
El asco de no saber cómo divertirte sin matar a otros.
Nada ha cambiado camarada Nerón.
– Vamos a casa a seguirla.
– A mi casa o la tuya?
Hijo, el placer no está afuera.
Está en ti.
Pero eso ya lo sabías. Verdad?
Ernesto Onofre