Era libre como el viento. Como una golondrina. Su pasión era la lectura.

Sabía hasta la capital de la luna. Tenía memoria de elefante.

La imaginación de un niño. Pura. Un amor detectable a tres cuadras.

Para sus hermanas y sus hijas. Su sonrisa falta de dientes era perfecta.

Su rechazo por lo material era su riqueza. Sus pasos recorrieron la

ciudad mil veces. Las calles eran los pasillos de su mente. La sombra

del árbol en el camellón, el techo de su sala. Mientras leía los diarios.

La pierna cruzada y la siesta le seguían. Su techo de resguardo por la

noche era donde lo vencía el cansancio, o la casa del amigo que lo

quería. Era observador. Se fijaba en el detalle. Como un filósofo.

Y no daba su opinion. Simplemente dejaba ser las cosas. Para que se

preocupaba. Cuando no oímos a otros. Para que perder el tiempo.

Mi hermano lo vivió cada minuto.

Y hete que le llegó la hora. Enterándonos de ello hasta ahora.

De seguro las estrellas se regocijaron con su llegada. Más nosotros

sus hermanos lamentamos su eterno viaje.

Querido hermano Roberto. Descansa en paz y las estrellas te cuiden.

Tu hermano Ernesto

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