Llegas finalmente a tu casa que descansa en palafitos. Luego de

incontables maniobras en tu canoa motorizada por esos ríos de metal.

Metal, plásticos y hule. Anegados en un fango de plomo y mascarillas

arrojadas por irresponsables conductores. Finalmente se relajan tus

músculos. Luego de la aguda tensión y ansiedad provocada por el

eterno tumulto de cada día. Finalmente sientes el profundo contraste

de la calle a la quietud de tu buhardilla donde hay una mesa y una silla.

Y toda la calma necesaria para la paz de tu espíritu. La quietud que

toleras con la compañía del grillo. Y los pensamientos que ocupan los

cuartos de tu mente. La compañía afortunada de tu amada a quien haz

de contarle tus vicisitudes del día. Las palabras de aliento de su parte.

Junto con una canela bien caliente y un decilitro de alcohol del 96.

El mundo está bien, te dices a ti mismo. A la vez que el delicioso té te

calienta las paredes del estómago y las alas de tu animo.

Y te recuestas en las piernas de ella mientras cuentas las estrellas en

ojos. Están todas. Falta un sol. El de su sonrisa. Ahora si, no falta cosa

alguna en tu casa. El cirio encendido ilumina hasta el último resquicio.

Se le ha juntado muy de cerca la lechuza al grillo. Todo está completo.

Mañana será otro día. Descansa, y que tengas una linda noche

acompañada de dulces melodías.

EO

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