El viejo reloj de piso se está cubriendo de canas. Sus sienes parecen

faldas de volcanes. Su sonrisa aún es la misma al dar las 10:10 AM

ó PM. La tristeza a veces se le observa brevemente al dar las 8:20 AM ó

PM. Ha estado en el mismo lugar de la sala desde cuando se inventó.

Han sido generaciones las que le han dado su medicamento diario a las

6:00 PM. La manivela que alimenta las venas de su corazón está a su

derecha. Una generación tuvo problemas con esa situación. Todos

fueron zurdos. Tuvieron que ingeniárselas por años. Hasta que hubo

uno que fue diestro y su descendencia también. Ahí se salvo por unos

años. Este reloj ha sido testigo de todas las vicisitudes y alegrías de

incontables familias. Nacimientos y decesos. Bodas y divorcios.

Peleas y reconciliaciones. Pero más que todo alegrías. La risa de propios

y extraños de casa. Familiares e invitados. Niños corriendo haciendo

vagancias. Perros ladrando y aullando. Comidas llenas de algarabía y

abrazos. Besos por todas las mejillas. Tronados y silentes. Como los

de la tía que se pasa de maquillaje. Con ésa los besos son de lejos.

– Cómo estás, hijo?

– Bien, tía.

Su madera de caoba está más que lustrada por tanto paso de tanta

mano. Todos lo acarician. No obstante su edad, luce erguido y como

si acabara de salir de la fábrica. A pesar de eso, comienza de cierta

forma a mostrar su edad. Hay ocasiones que los latidos de su tañidos

son marcados irregularmente. Se le ha hecho una cita con el relojero.

El día de hoy por ser sábado, decidió darse un merecido descanso.

Ha de escuchar únicamente lo que sucede a su alrededor sin

interrumpir ni una vez. El viejo reloj de piso está llenándose de canas.

EO

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