El mundo te tiende el hombro y la mano.

Tú actual situación en esa violenta coyuntura, es contemplada en

profunda amargura. Pena tristeza y dolor a cada minuto del día.

No son el alimento al que tu alma acostumbrada cantaba y reía.

La Puna y sus montañas lloran de impotencia por sus hijos sin socorro.

El frío azota los corazones sedientos de justicia con el desafío del puño.

La roca el grito y la sangre enrojeciendo el pavimento de la ignominia.

El reclamo justo de tus riquezas que estás decidido a mantener

a toda costa y costo. Porque ninguno está en su derecho de allanar tu

selva Amazónica ni la punta del mas alto cerro. Ni el rio mas profundo.

Ni el infinito de tu cielo. Ni tu alma tibia y pura.

El Charango y las flautas tocan melodías lúgubres acompañando a tus

muertos. En largas filas esperando su turno a la orilla de sus sepulturas.

El llanto tuyo llega a oídos sordos de unos. Sucios y vulgares inmundos

inhumanos. Los Diluvios toman cuarenta días, ojalá lo tuyo no tome

cuarenta años. Deseo con toda mi alma que el resplandor de tu sol de

oro pronto reluzca. Y tenga el inmenso gusto de escuchar de nuevo la

alegría del Charango y la Zampoña. Buena suerte, hermano Peruano.

EO

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