Estaba acostado en el colchón que tengo en la sala de mi buhardilla.
Cuando súbitamente la noche calma fue violentada. Las ventanas
estaban abiertas de par en par y la puerta también. Las mantengo
abiertas por el aroma de Flor de Noche que me encanta. Aparte, de oír
mas de cerca al grillo, aunque este a veces se la vive en un resquicio
de las ventanas. A veces no lo ubico. Le tengo agua en una pequeña
jicara de madera junto con unas ramitas de césped sobre el pretil de la
cocina. Y todo estaba en calma mientras elucubraba acerca de esto y
aquello, cuando se produjo un azotón de puerta y ventanas.
Me levanté rápidamente a cerrar todo. Hasta la caja fuerte donde
guardo mis pensamientos. Me dije: no me gustaría morir y dejarlos por
todos lados. Y que todo el que pusiera pie en mi buhardilla se enterara
de mis cosas. Así que le puse el candado y la cerré apresuradamente.
El viento desnudó el árbol de su pijama. Apenas estaba por retirarse a
dormir. Las rosas también quedaron desnudas. El viento enloqueció
quien sabe por que. No sé si hubo un altercado de la luna con las
estrellas. Mi mente juega trucos luego de dos canelas con dos decilitros
de alcohol del 96. No recuerdo que estaba pensando. Perdí el hilo de
mi razonamiento debido al susto provocado por la violencia del viento.
Se alcanza a oír un ulular, cual silbido de una gigantesca serpiente
invisible en todas direcciones ahí afuera. Me recuerda el ciclón de
Mazatlán de 1958. Aquella era una serpiente de agua que azotaba toda
puerta de la cuadra y la ciudad. Serpiente que competía con unos
gallos gigantescos cuyas cabezas se alzaban más allá de las nubes.
Que me llenaron de un temor y susto mayúsculo mientras observaba
todo a travez de una abertura en las puertas hacia la calle. Bueno, pues
algo parecido pasó hace un momento. Voy por la otra canela para
estabilizar un poquito más mis nervios. Donde estaba? Ah, si. El viento.
Fueron seis eternos minutos de preocupación y desasosiego.
Algo así como le pasó a Dios en esos seis días. Que no sabía cómo iba a
terminar todo, y ya sabemos como terminó todo. En este caos que los
súbitos vientos y huracanes son una coma de nada. Pero en fin. Les dije
que las canelas con alcohol del 96 me provocaban trucos mentales y
quien sabe que otras cuantas cosas más.
Ya pasó. La quietud de nuevo reina imperante a lo largo y ancho de la
vecindad. Doña Cuca la del #9 fue a su pueblo y me encargó darle su
atún al gato. Voy a ver si lo encuentro y si no, ya me hará saber cuando
tenga hambre.
EO