Era septiembre. Habían transcurrido 5 años y siete meses de mi vida
jugando en la calle. Peleando con otros niños. A mi corta edad ya
tenía el instinto de supervivencia hasta cierto punto afinado. ( o así lo
creía hasta que el otro niño casi me pasaba la nariz a la parte trasera
de la cabeza ). Gozando de un Hedonismo total. Comiendo, durmiendo,
jugando y tratando de mantenerme vivo a toda costa. Cuando mi
hermana Belén me llamó y dijo que al día siguiente iba a ir a la escuela.
Y que tenía que meterme a dormir más temprano. La calle de Prado no
era muy transitada por aquellas fechas. Las 8:00 de la noche se sentía
casi como que era medianoche. Así que me quedé pensando la próxima
hora. ” Escuela…” que es eso? Al día siguiente a eso de las 7:00 AM.
Cuando apenas iba en el sexto sueño y estando muy calientito en la
cama…que me despierta Belén. Y luego de vestirme y dasayunado, y
sintiendo me encaminaba a un precipicio próximo a la muerte,
llegamos a la escuela Primaria. Que estaba a solo seis cortas cuadras
pero que a mi me parecieron seis largos kilómetros. Al llegar a la
esquina de Pavo y Vidrio, y a sólo unos metros de la puerta de la
escuela…había unos veinte niños llorando. Traumados igual que yo.
Por la súbita inesperada sorpresa que nos esperaba esa mañana.
Y pues en pura y total solidaridad con ellos, que me arranco llorando
a todo lo que podían mis pulmones del tamaño de unos puños.
Pero que se oían como las trompetas del mismísimo Apocalipsis.
Y pues fue inútil tratar de convencerme de asistir a mi primera clase.
Nos regresamos a casa. Estoy seguro que me contaron que la escuela
iba a ser la experiencia más maravillosa de mi vida. O algo así .
Que al día siguiente efectivamente tuve mi primer día de Primaria.
En mi vida había visto un lápiz y un cuaderno de notas. Me acuerdo
del tamaño y color del mismo. Y del lápiz también. Puedo recordar
hasta el olor de la tiza y del borrador del pizarrón. Pero lo que soy
capaz de recordar en forma aún más vívida es mi maestra. Era
esbelta. El primer día que la conocí llevaba un vestido una cuarta abajo
de la rodilla. Blanco con un patrón de círculos negros de media cuarta.
De una estatura aproximada de…1.70 Metros. Peso de unos…60 Kilos.
Cabello negro rizado. Tez morena como la canela. Sonrisa fácil.
Carismática. Me enamoré de ella y sin saber lo que eso era. Su caminar
era elegante. Digno y sin apuro. Como el de esa persona que sabe lo
importante que es tomar su tiempo para hacer las cosas como deben
ser. Cada centímetro y gramo de ella eran perfectos. Y su primera clase
ha sido la mejor clase de Primaria que jamás volví a tener.
Me enseñó a leer. Recuerdo cuando nos explicó las vocales y las
consonantes en el pizarrón.
– Clase, buenos días.
– Buenos días, Maestra.
– El día de hoy voy a enseñarles a leer.
A leer…! Pensé. A leer…!
– Pongan atención. Esta es la vocal: a. Todo mundo a repetirla.
Y repetimos la a.
— Esta es una consonante: m. Todos: mmmm…..mmmm…
– Ahora, digan esto de corrido: ma. Ma, ma, ma…
– Muy bien. Ahora, vamos a decir esto de corrido: mamá…mamá…
Y todos al unísono leímos la palabra más bella del mundo: Mamá!
EO