Estuvieron muy ocupados en las pasadas fiestas navideñas y Año

Nuevo. Pasaron dos semanas en casa de su hija Lucía y sus nietas.

Vino su amigo José, de la Ciudad de México, a visitarlo. Luego de tres

días en su cabaña, dando largas caminatas por el bosque y

conversando ávidamente, acerca de mil cosas. Jugando ajedrez, asando

pescado y chorizos también, bebiendo Whisky y vino, como dos buenos

amigos, hermanados por las venas del tiempo y la amistad.

Chico, siendo la sombra de Frank; no se perdió un minuto de tanta

actividad. Como siempre lo ha hecho, viviendo y acompañando a Frank.

Luego de esos tres días, se fueron a Los Ángeles, a casa de Lucía. Y ahí

siguió la gran fiesta y convivencia. Sus nietas gozando y jugando con

Chico, de un lado a lado del amplio patio. A veces tropezando y

llorando, pero la mayor parte del tiempo riendo y carcajeando.

Cada instante de ello, grabándose en la memoria de Frank. Cual cincel

tallando el cristal. El delicado y sensible cristal de su aún activa mente.

José y Frank, ávidos jugadores de ajedrez, ambos inclinados al buen

vino, asados y a la conversación, gozaron plenamente cada día en casa

de Lucía. Eventualmente regresaron a la cabaña de Frank. José regresó

a la Ciudad de México y hasta ahora, Frank ha estado haciendo unas

reparaciones de mantenimiento en la cabaña. Retomando su rutina a la

que se ha acostumbrado, luego de la muerte de su esposa Linda y su

decisión de vivir en la cabaña acompañado de Chico.

Frank y José conversan telefónicamente, y están planeando ahora para

la primavera, invitar a Robert, un amigo vive en Costa Rica, a reunirse

con ellos en Los Angeles. La rutina y tipo de vida saludable que lleva

Frank lo ha mantenido muy bien, física y mentalmente. Luce muy bien.

Su último físico fue normal, sin algo serio que tuviera su doctor por

mencionar. Le he enviado una corta carta deseándole un feliz y

venturoso año.

EO

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