Cobíjame en las alas de tus manos. Y llévame hasta las estrellas.

Deshiela mi alma y quémala en tu tibio cuerpo. En la pira de tus brazos.

Con las brazas de tus besos en el anafre de tu pecho.

Estrangula mi cintura y haz polvo mi caja torácica. Haz un arco iris de

ella. De pared a pared del cuarto. De la puerta a la ventana.

Donde esta noche el grillo y la lechuza nos darán serenata.

No te preocupes por el cobro. Son amigos míos y no nos debemos uno

al otro más que el amor que nos damos. Ellos dándome su canto, yo;

escuchándolos atentamente. Así son los músicos. Deseosos de tu

atención. Y no existe objeción alguna cuando son de lo mejor.

Pero hablando de nosotros, si. Deja que la negra cascada de tu cabello

me ahogue y resucite al momento en que nuestros ojos se cierran.

Y cogidos de las manos gritamos al techo y al cielo. Ayes de placer

retumbando las paredes y hasta el mismo vecindario. Donde el celo

por nuestro amor es mayúsculo y envidiado.

Amor mío. Sé mi Lazarillo. Guíame por la oscuridad de tu cueva.

So pena naufrague y muera por las riscosas paredes de ella.

Dime, amor mío. Enséñame. Sé mi sacerdotisa y seré tu acolito.

Hasta el Día del Juicio Final.

EO

Leave a comment