Me doy cuenta, viajando por el país de tu cuerpo, de muchas cosas.
Sin pasaporte. Sin equipaje. Sin calzado. Sin ropa. Solamente mis manos
caminando tus colinas y tus valles. Viéndote desde la punta de
tus pies, veo un largo camino que estoy dispuesto a recorrer.
Llueve o truene. De aquí hasta alcanzar la punta de cada uno de tus
cabellos. Comenzando por el pliegue trasero de tus pantorrillas.
Las generosas curvas de tus muslos. Gozando dulcemente de tu oasis
oscuro. Bebiendo unas gotas de tu venero para aliviar mi sed.
Continuando hasta tu Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Tomando un
momento de reposo al pie de los mismos. Para dirigirme luego hasta tu
misma yugular para sentir el palpitar de tu corazón en mis labios.
Acariciando delicadamente los lóbulos de tus orejas al mismo tiempo
que tu respiración hace un anafre de mi todo. Terminando sellando
mis labios con los tuyos. Cual dos candados sin llave. Destinados a
no separarse jamás.
EO