No ansío morir y caminar a mi tumba corriendo. No. Una vez muerto,

no disfrutaría el cementerio de la forma que lo hago. Tengo todo un

sistema para recrearme, y disfrutar de todo su alrededor.

Todos conocen un cementerio. Lápidas y lozas por todos

lados. Arboles frondosos…arboles marchitos…cuyas ramas parecieran

brazos desnudos de tejido queriendo tocar el cielo y las estrellas.

Unos de tronco esbelto, otros de tronco ancho como la barriga de un

Cardenal. Y tengo el gato feral, los grillos por todos lados. Las

cigarras a veces. Sobre todo en el verano anticipando las lluvias.

Me parece oír a veces a un coyote. Yo creo le gusta el fresco de las

lápidas de cantera frescas y se ha de echar a dormir en alguna de ellas.

Y en mi caso, pues porto mi mochila con lo necesario para la noche.

Un libro, mi Tequila, cigarrillos, limones, un salero pequeño, Lobo a mi

lado acompañándome, Speedy el gato que se acerca por su atún y agua.

La lámpara de petróleo que guardo en el resquicio de un árbol que

parece que fue plantado antes del nacimiento de Cristo. Próximo a la

propiedad de mi Mamá. Y que les puedo decir de la Luz argentina de la

luna…la paso muy bien. Y principalmente, principalmente, el relativo

silencio que es interrumpido a momentos por toda la fauna que he

descrito. Hay noches que me mantienen despierto aun estando con

los ojos cerrados. Son noches mágicas y únicas. Esa es la razón por la

que no ansío la muerte. Porque sin vida, nunca mas esto gozaría.

EO

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