Ayer llegamos a esta dirección que parecía el sitio ideal.

Amplio, bien iluminando, limpio, relativamente seguro ( varias puertas

tienen rejas metálicas antes de la puerta a la habitación ). Me dije:

perfecto. El precio nos pareció Justo. Todo lucía perfecto. Al cabo de dos

horas, cuando nos retiramos a dormir, esa impresión cambió.

El ruido se convirtió en astillas encajándose y hendiendo

mis delicados oídos. El calor. Me di una ducha en agua fría.

El ruido no cesaba ni cesó durante la eterna noche. Los autos y

camiones que pasaban cada tres segundos…la conversación de jóvenes

escaleras abajo, en estos tres péquenos restaurantes y café conversaban

felices de la vida. La alarma de un auto sonó muy cerca…el reloj

campanario de una famosa parroquia a dos cuadras…le hace saber a

los devotos, de mantener a raya sus pecaminosos pensamientos,

Ah, recordándoles el refugio de la infalible oración. Cada 15 minutos.

De repente una voz muy afinada se escuchó arrancándose a cappella

una canción…y enseguida continúo su repertorio con una de VF.

“ Volver, volver “. Y al parecer la reunión estaba animada, cuando una

mujer se arrancó con una de Ana Gabriel. El ambiente estaba caldeado.

El calor se puso cual si acabáramos de llegar a Veracruz. A un hotel

sin aire acondicionado. La cacofonía al parecer conocida de los que

viven en ese vecindario, transcurría como la de cualquier otro día.

Y la vida era maravillosa como siempre la habían conocido.

Mientras, yo quería arrancarme las orejas y la piel y haberme quedado

en el puro hueso y mi corazón. Eran las cuatro de la mañana

y mis ojos no cerraban sus cortinas a la noche. Cuando el cansancio

me venció y no supe de mi hasta las seis de la mañana, cuando un

vendedor pasó diciéndole a todo mundo que traía crema y queso

fresco. Con un altavoz. Y el encanto de esas dos horas de sueño, se me

terminó. Cosas de la vida.

Que le vamos a hacer?

EO

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