Mi querido Luna. Te escribo para saludarte. Si, sabes que fuimos
grandes amigos por un tiempo. Si, cuando vivimos en aquel barrio tan
lindo. Si. Que recuerdos tan bonitos. Pero luego te mudaste al
D.F., así se le llamaba entonces. Si, claro. Y después de eso no supimos
más de ti por mucho tiempo. Lupe, aquella joven tan amable que te
gustaba, se casó con Refugio, el hijo de Don Refugio, el carnicero del
mercado, el que vivía en el # 8 junto con Doña Lupe, aquella señora
tan amable que nos regalaba guayabas. Y pues si. Eventualmente todos
supimos de todos tus continuos ascensos en la política. Hasta que
incluso llegaste al puesto de haber sido mano derecha de uno de los
más capaces e inteligentes presidentes de Mexico. Bueno, luego nos
enteramos que no había sido así. Y pues eventualmente también,
supimos todo acerca de ti. Yo me mudé a Guadalajara. Trabajé para
una empresa que no pagaba mucho, pero ganaba lo suficiente para
vivir para cubrir mis deseos y aprietos. Y luego me mudé a una
buhardilla a las afueras de la ciudad. Es un lugar pequeño pero que
es totalmente cómodo para mi. Me gustó porque tiene unos lindos
árboles al frente, a los lados y atrás. Gozo entonces de una sombra muy
fresca en el verano. Aparte de eso, me sirven para dos hamacas que
me regalaron, hechas en Merida. Muy bonitas y muy cómodas.
Una para Francisca mi amada y para mi. Ah, como gozamos el viento
fresco por las noches. Aparte de ver todas y cada una de las estrellas.
Y deveras, parece que casi se pueden alcanzar con las manos.
Tengo un lindo perro. Se llama Negro, Bellísimo. Inteligente. Como yo.
Hace una hora, Francisca y yo cenamos. Frijoles con manteca y un
chorizo muy bueno que me trajo un sobrino de Mazatlán. Los
acompañamos con unas canelas con alcohol del 96. Riquísimas.
Y te decía; estuvimos un buen rato tomados de la mano Francisca y yo
platicando. No puedes imaginar que lindo me ha ido en la vida. No, no.
Nunca ahorré. He vivido al día. Más a pesar de eso cuento con lo
necesario. Hasta para cubrir los gastos de la comida de Negro y aparte
de él, hay un hermoso gato que vive alrededor de la casita. Le puse
Manuel. No se porqué. Le gusta que le rasque la barriga y las orejas.
Pues también me alcanza el presupuesto para sus latas de atún y hasta
para comprarle medio kilo de hígado de res en la carnicería de mi
primo Pancho, que me queda viniendo a la casita. Y pues de esa forma
transcurre mi vida. Afortunadamente no me he enfermado y pues
aun disfruto esta vida por la que doy infinitas gracias a la Providencia.
Sé de tu situación y francamente, no siento un átomo de empatía por ti.
Es más, me da gusto que estés pagando por tus actos. Recuerdo como
a veces, nos atormentabas a mi y a los otros niños en la vecindad y en
la cuadra toda. Eras muy conocido y temido aún a pesar de tu corta
edad. Pues, ya me voy a despedir, deseándote una noche más de
merecido infortunio.
EO