Porque las estrellas así lo dictaron. Porque el grillo, la lechuza y el lobo
lo anunciaron. Una inquietante noche de febrero al final de enero.
Cuando el aire salado de la marisma invadió la noche toda. Cuando aún
no amanecía. Y las estrellas me marcaron en la cabeza el fierro Sagrado
de Mexicano en la frente. Con estrellas que llevo en forma permanente.
Y ha sido mi dichoso sino hasta el día que se lo devolviera a quienes
el honor concedieron. No querría pecar de lo que no fuera. Únicamente
de lo que cielo maravilloso Mexicano me diera.
EO