Un año y poquito más y en tu casa has de estar.

No más corbatas, ternos recién salidos de la tintorería. No más

desveladas y levantadas por la madrugada a sentir el pulso del

país. No más breves desayunos a la mesa con tu esposa aún en

pijamas sirviéndote tu café y tostado con mantequilla y miel.

No más formalidades ni protocolos oficiales. No más extenuantes

giras por lo ancho y largo del país. Si, has estado en todo rincón y lo

conoces como ninguno. Como nos dijiste. El amor del ciudadano por

ti es infinito. Sus ayes de gusto al verte llegan a las estrellas. La señora

de edad avanzada quien te intercepta con sus brazos tibios y amorosos.

Los habrás de extrañar. Pero, como todo hombre. Necesitas tu espacio

personal. Para estar contigo mismo y tus seres queridos. Gozando la

compañía de tu esposa en la intimidad. Sin prisa. Escuchando a la

lechuza, al grillo y al jaguar rugir alrededor de tu casa. Protegiéndola.

Sentir el aire tibio de la noche trayendo el aroma de Flor de Noche

mientras unos dulces tibios brazos te abrazan. Y una dulce voz te

cuenta una anécdota que no sabías. Y te sientas a beber un jarro

de agua fría del cántaro sobre la mesa de noche junto a la lámpara.

Y al día siguiente te has de desayunar unos ricos huevos rancheros

con jugo de naranja fresco y un café cargado. Para luego irte a recostar

en tu vieja hamaca. En tus cortos de algodón y tus cómodas chanclas.

Sin camisa. Con el abanico del techo en tu dirección. Y tomarás el libro

que dejaste con la página a la mitad. Y que ahora puedes finalmente

continuar leyendo. Y te vas a quedar dormido al cabo de media hora.

Y tu esposa te ha de despertar con tiernos besos. Y tu vida ha de

transcurrir en tranquilidad y amor.

Hermano Andrés Manuel, te deseo lo mejor de todo.

Que tus días sean plenos y en dulce harmonía.

EO

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