Bienvenidos al último espectáculo bélico.
Habrá, ya lo adivinaron; sangre por todos lados.
Cuerpos decapitados. Niños, jóvenes y ancianos huyendo
en dirección a las balas y bayonetas. El cielo, como en esos
casos, ha de llorar una lluvia ácida. Esta vez de uranio.
Por ahora. Las barras afiladas de protección están siendo derribadas
y el uno se enfrenta al otro con pecho y resto del cuerpo.
Se escucha un llanto más agudo que el chillido del águila.
Mas monstruoso que el tanque de guerra escupiendo muerte.
La madre en ciernes da a luz en medio del camino. La sed y el
hambre arrecian y aún no es ni mediodía. El minusválido no tuvo
tiempo de apearse en su silla de ruedas. Fue forzadamente
abandonado. El abuelo es cargado en las espaldas del nieto
adolescente. Las sirenas de alarma suenan cual brujas del
Infierno desatadas. El viento ha enloquecido y dejó de ser
el suspiro dulce de la madrugada a ciclón arrebatado. Los
elementos no encuentan sus lugares. Abandonaron sus plácidas
cuevas donde hibernan. Ahí ha quedado otro hombre. Cubierto
de tierra y con el craneo en dos. Y los brazos en seis. Y las piernas
en diez. La joven semi desnuda por la prisa, es mancillada y vejada.
Al mismo tiempo que el perpetrador ríe y se cierra el pantalón.
Y prosigue ciego de odio apretando el gatillo indiscriminadamente.
A diestra y siniestra. Hasta los pobres pájaros la llevan. El mismísimo
Infierno hecho por la mano del imbécil del hombre.
Y entre risas estúpidas y llantos interminables…se está llevando a
cabo la ultima carnicería. Ah, gracias al imbécil del hombre.
EO