He de encender el cirio en mi estudio todo el día.

La llama del mismo, ha de iluminar la penumbra de mi luto.

En señal de duelo y aflicción. Por esa inmunda nunca olvidada

violación de las playas puras de mi país y de mis abuelas.

Oh, día nefasto. Día sanguinario y despiadado. Cuando hasta el

cielo ocultó al sol de la vergüenza de esa irrupción maldita.

Abuela mía, hermana mía, que viviste esa pesadilla mientras nuestros

Dioses se encontraban ausentes en concilio y armonía/ haciéndole al

Popocatépetl compañía/ mis manos se crispan de rabia e impotencia al

no haber estado presente ese día/ me habría llevado a más de uno de

esos salvajes al fin de su existencia antes del mediodía…

Oh, fácil es ahora decir e inventar cosas. Los siglos no han aplacado ni

aplacarán ese sentimiento de aversión que habita en los archivos de

mi mente. Mañana será un día de luto. Una vez que el cielo levante sus

cortinas para dar paso a las estrellas y el rocio de la Flor de Noche

se pase a mi cuartito, he de respirar en tranquilidad y sosiego.

Debo seguir viviendo. Y no me sería llevadero hacerlo con el rencor

y odio en mi corazón y hombros. Amo la vida y todo lo que me da.

Sus tristeza y alegrías. En ese momento beberé agua fría del cántaro

sobre mi mesita. Oraré unas palabras. Breves pero amorosas en

recuerdo de mis abuelas y hermanos.

EO

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