Te estaba esperando. En cuanto puse pie en el cuartito.

Aquí desde donde converso con las estrellas sin enfadar a nadie.

Ya sabes cuanto le encanta a otros encontrarle defectos a los demás.

Desde aquí les grito y me tintinean contestando. Nadie me cree, salvo

tú, hermano mío del alma. Déjame que te desate las correas de tus

zapatillas aladas. No, no, no digas nada. Siéntate y descansa.

Te iba a invitar un vasito de tinto, pero veo que portas tu ambrosía

en esa bota de cristal en tu cintura. Bebamos hermano. Si, si, si.

Tú voz es clara y resuena suavemente en el eco de las paredes de mi

cerebro. Así es. Te tocó atravesar una tormenta? Las centellas hirieron

tus oídos…ah, que pena. Déjame que te acaricie los lóbulos de tus

orejas. Así, así, si. Una tía mía, de niño me acariciaba la cabeza y los

oídos…y eso me hacía caer en un sueño profundo. Quiero que

descanses lo más posible, antes que el canto del grillo que no tarda en

acompañarme, se presente. Porque una vez que comienza con su

canto…ni quien lo calle. Gracias por visitarme. Descansa el tiempo

que gustes mientras termino lo que estoy escribiendo. Luego de ello

he de retirarme a dormir. Pero, pero, estas invitado a acompañarnos

a mi amada y a mi el resto de la noche.

EO

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