Gracias por todo. Te lo digo en caso…de algo. Ya sabes
como pasan a veces las cosas. Ya te platiqué de lo lindo que
nos la pasamos en Mazatlán en 1958. Y que llevo el recuerdo de
ti grabado en el biselado de mi memoria. Tu sonrisa al verme con
Luis Antonio y Javier. Esa noche cuando te conocimos. Noche igual
de mágica a todas y cada una de las siguientes. Cuando me llevaste a
matricular para el tercer año de primaria. Y me dijiste tuviera cuidado
regresando a la casa. De igual forma se encuentra en el estuche de
terciopelo de mis recuerdos, aquella mañana que me subiste en brazos,
al Taxi para llevarme al hospital. No hay poder humano capaz de
borrarlo. Cuando regresamos a Guadalajara al año siguiente.
Que al igual que lo habías hecho en Mazatlán, continuaste
haciéndolo. Cuidando cinco ninos huerfanos y cuatro hijas tuyas.
Hermanas mías. Con la misma dedicación amor y empeño. Desde que
amanecía hasta que oscurecía. Lavando cerros de ropa, a mano.
La única otra mano que te ayudó fue la del sol. Para secar la ropa
en el tendedero del patio. Tu joven figura de apenas…
27 años…no encorvó su postura porque eres de una flexibilidad de
mágico bejuco, de los que viven a las orillas de los ríos. Esos que los
ciclones no son capaces de derribar. Esa eres aún tú. Pero te decía,
gracias por todo lo que hiciste por mi y estoy seguro hago eco por mis
otros hermanos. Tu amor sembró amor. Que en este momento te lo
hago saber. No sabía como decirtelo a pesar de sentirlo. Nunca es tarde.
Me encantaría regalarte un ramo de estrellas para demostrártelo.
Sé que eso no es posible. Pero si es posible besar tus mejillas con el
amor y calor de mi corazón.
Ernesto