Oigo tantas conversaciones todas las noches que vengo.

La de Don José el señor de la fruta en el mercado. Rentaba

el local #14. Tenía una linda y dulce personalidad. Lo conocí

cuando vivimos en la misma vecindad. Si, si, si. En caso se lo

estuvieran preguntado. Ya estoy muy a gusto y acomodado.

Sentado sobre la loza que protege los huesos de mi Mamá y mi

Tío Pancho. Si, tengo mi botellita de Tequila, Lobo está a mi lado

y Speedy el gato conchudo que me visita, ya se retiró, después de

haber comido su atún y bebido agua. De seguro anda haciéndo

quien sabe que cosas. Al rato regresa porque ya se acostumbró a

dormir próximo a Lobo. Lo usa de almohada y colchoneta.

Por eso les digo que es un conchudo. Y así me gusta que sea.

Si, hay noches que oigo huesos crepitar, ubico la propiedad

correspondiente, y suavemente toco la loza con mis nudillos.

Ya saben que soy yo. Y de cierta forma…como que reaccionan…

no lo sé…en medio de una discusión o pelea…y la crepitación cesa.

Les hablo, si. Les platico de esto aquello y lo otro. Y hasta los he

regañado. Así.

– Que no les bastó toda una vida para discutir…? Que cosas son

estas? Ustedes muy a sus anchas hable y hable, mientras los demás

están tratando de descansar. Por favor. Ya no son niños. Niños

berrinchudos, eso es lo que parece que son. Creen que sus hijos

estarían orgullos de oírlos pelear a medianoche…en el cementerio…

en lo mas profundo de la propiedad? Por favor!

Y como que reaccionan. Y peor les va si ya ando medio ebrio.

Ah, hasta de favor me piden que pare mi discurso. Pero bueno.

Les decía. Si, una vez cumplido mi deber ( que ninguno me ha dado ),

me regreso a mi sitio. Saco mi libro de la mochila. Ya la lámpara de

petróleo está encendida, ya regresó Speedy, ya están dormidos los

dos amigos, echo una ojeada a la luna y las estrellas y todo esta bien.

Mejor no lo podría estar. Rodeado de este coro de marimbas de marfil

susurrándome suaves melodías. Mientras la Flor de Noche me

intoxica.

EO

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