El mundo todo está ante el umbral de otro día. Otra era.
En un ratito. El siglo pasado fue testigo de dos guerras mundiales
agotadoras. Millones de jóvenes vidas truncadas en un océano
más ancho y extenso que los mares todos juntos.
El planeta todo se pintó de carmín. Hasta los infantes nacían con
manchas rojas en sus frentes. Y las jóvenes madres producían sangre
en lugar de ese divino líquido al que todo mamífero espera lactar
de esos tibios amorosos senos al momento del primer sorbo de
alimento. El hombre sigue empecinado en su vanidad y orgullo.
No importa a través de que medio. Violento. Pasivo. Extorsionista.
Continúa en su terca e inflexible postura de dominio y subordinación
de otros. No hemos cambiado mucho. Si, hemos dado cabida a esto
y aquello, por conveniencia. A modo. Como en la política. La vida
diaria. Nuestra búsqueda por aquello de lo mejor para todos…
se paraliza al alcanzar el bien de nosotros. Cuando va a cambiar eso?
Nunca. Yo pienso. Ojalá me equivoque.
EO