En la Isla del Silencio. El tintineo de las estrellas de mi

mente en su cenit y las olas de la imaginación trayéndome

conchas por palabras. Y las acomodo así y asá. En túmulos

bajos y altos. Anchos y angostos. Unos rozan mis cabellos

otros mis orejas. Súbitamente el grillo se aparece. Será que

quiere su agua en la jicara de barro que se quebró esta noche.

Ahora parece reclamármelo. Si. El Silencio tiene su sitio en

esta casa. De lo más marcado, como biselado, a media noche.

Cuando el vecino ha cesado el himeneo. Y los ayes de placer

se fueron finalmente a dormir. Me encanta esta isla. Como es

imposible visitarla y estar en ella en el día, es ahora la hora de

gozarla. En todo su momento y majestuosidad.

Parando toda actividad retomándome la almohada de conchas

mágicas bajo mi cabeza.

EO

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