Paso las noches y días de asueto más felices posibles.
Gozando de la compañía de Bertha no necesito ni a la
Virgen Maria. Por la noche nos preparamos nuestra rica
cena de lentejas con trozos de piña y plátano. Le caliento
tortillas en el comal al mismo tiempo que mi corazón calienta
el momento para nuestro próximo himeneo. Y la veo y me ve.
Y me inclino y la beso. Y se para y me abraza y me besa.
Y nos enlazamos en un abrazo más letal que el de la serpiente
en el tallo del árbol del Paraíso. Y descansamos por un momento.
Y cenamos y enjuagamos la boca. Y nos vamos afuera a contar las
estrellas mientras Negro mi perro y Speedy mi gato se acurrucan en
nuestros regazos. Y luego de contar hasta cien nos vamos al mullido
viejo colchón con sábanas bañadas por el sol, frescas como el siguiente
respiro. Y nos acostamos lo más próximo uno al otro. Y nos contamos
mil cosas sin abrir la boca por tener nuestros labios ocupados
besándonos. Y esa es mi vida. Con Bertha conmigo. Las estrellas en
el techo, mi perro y gato a nuestros pies. La santísima Virgen
de todo lo habido y por haber dándome de sus poderosos senos
la energía para ser aún más feliz haciendo el amor a Bertha…
que más podría pedir?
EO