El teléfono de Dios.

Pero jamás me atrevería llamarle. De seguro tiene cosas muy

importantes que hacer. Mantener los planetas en sus órbitas

no ha de ser cosa fácil, correcto? Ni tú ni yo podríamos hacerlo.

Mejor dejémoslo en paz. Y en vía de mientras y el día de nuestras

muertes, aquí nos la llevamos lo mejor que podemos. Correcto?

Tú a tú modo yo al mío. Unos trabajamos en la fábrica cosiendo

por pieza. Percibiendo $100.00 Pesos en 8 horas. Otros, como el

Cardenal Rivera, $1000.00 Pesos por minuto. Al parecer la

subjetividad es más que la objetividad. La mentira más que la

verdad. Aún no he ahorrado lo suficiente para mi cajón de pino.

El Cardenal Rivera ya hasta se compró la pirámide de Keops.

Sus contactos con Salinas resultaron ser muy jugosos. En eso

de los negocios. Vendiendo lotes en el cementerio de la Eternidad.

Brindando cada noche por una nueva venta. Esperando el día

siguiente sea más productivo. No, no voy a enfadar a Dios ni por

un segundo. Así estamos bien. Destruyendo nosotros mismos lo

y como somos. La imbecilidad conduce únicamente a una locura

utópica para los que la imponen. Tarde que temprano la realidad

los echa abajo. Donde siempre debieron haber estado.

EO

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