No nos llamaremos más al teléfono.
No oiremos más nuestras voces. Nuestras voces han de
enmudecer. El silencio perpetuo nos cobijará. Y pasaremos
a ser otras campanas más de las estrellas. En su ensordecedor canto
que ninguno es capaz de oír. Ahí iremos a parar, hermano mío.
En vía de mientras, compartamos el gozo de nuestras voces y
conversaciones. La risa y el llanto a veces, cosas inevitables de
todos. Mientras tanto y hasta la próxima, te deseo buena suerte.
EO