Que llegó Jesús a su viejo barrio este 24 de diciembre.
No…el berrinche que hizo. Oye, encontró la casa de sus
padres destruida. Aquellas paredes de adobe de cuartos
y todo, era puro escombro. De hecho, el vecindario entero.
Lo peor…cuerpos sobre las calles donde jugaba corriendo
para arriba y para abajo…tirados y siendo comidos por
los perros. Niños, jóvenes, ancianos…mujeres que habían
sido ultrajadas…las señales eran evidentes…
volteo hacia el cielo y lo que vio lo asombró…no eran pájaros…
no…eran unas piezas de metal aladas que dejaban caer fuego
en unas cápsulas…todo a su alrededor era desolación y vacío…
un vacío hediondo y asqueroso…como el del día de su crucifixión…
caminó hacia el Mar de Galilea…por la misma calle que lo había
hecho…esquivando pilas y pilas de muertos…el mar estaba todo
púrpura de sangre…le vino un vomito súbito…calló de rodillas…
besó la arena color carmín…alzó sus ojos al cielo…y dijo…
– Valió la pena esto?
EO