Se retiraron a dormir las estrellas y la luna.

El vacío se volvió abrumador. Mas el canto del grillo y el

ulular de la lechuza se convirtieron en mis muletas para

no derrumbarme mentalmente. El ronroneo de mi gato en

mi pecho y el tibio cuerpo de mi perro a mi lado me ayudaron.

El aroma de Flor de Noche colándose por la ventana de par en

par llenó mis pulmones del aroma de la vida. Y me di cuenta

que aún contaba con la luz de la vela que llenaba el cuarto todo

y que podía reanudar mi lectura. Además, el cántaro de barro

estaba al tope de agua fresca. Todo lo anterior me salvó de

quejarme innecesariamente. Di gracias mejor por tanto a mi

disposición, y continué mi lectura hasta más allá de medianoche.

Extinguí la llama de la vela con mis índice y pulgar y cerré los

ojos para pasarme al cuarto de los sueños una vez más.

EO

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