Son las cuatro de la mañana. Está lloviendo. Me encanta

despertar al dulce acariciante sonido de la lluvia y mantenerme

despierto tanto como sea posible. Este sonido es el más maravilloso

del mundo. Es hermano del sonido estruendoso y mágico que te

acurruca cuando vas a la playa y tomas una siesta a la sombra de

una palapa. Luego de haber bebido dos cervezas frías y comido

una tostada de ceviche de pescado Sierra. Pues así están ahorita

las cosas aquí en mi buhardilla. La ventana medio abierta. Me encanta

que la lluvia ponga un pie en el cuarto. El viento fresco y la Flor de

Noche también. Me acompaña Negro, mi perro aquí a mi lado

y Estrellita mi nueva gatita que adopté hace un mes. Pobrecita.

La encontré en el arroyo manejando por la avenida en un semáforo

en alto. La subí al auto y ahora está contenta viviendo conmigo

regalándome su compañía. Y aquí estamos muy contentos los tres.

No sé la razón, pero beber un jarro de agua del cántaro a esta hora

tiene un sabor especial. Y un sabor dulce como del maguey.

Centro mi concentración en la lluvia besando el árbol y la tierra

a mi alrededor. Ganas me dan de salirme a mojarme como cuando

era niño. Mas no lo voy a hacer so pena de morir de una pulmonía.

Y luego, quien de mis amigos peludos cuidaría? Así lo dejamos.

Ya han pasado diez lindos minutos de tan hermosa compañía.

Vamos, Negro y Estrellita mia, sigamos durmiendo.

EO

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