Es a estas fechas, luego de las pasadas fiestas decembrinas

el mejor lugar. Para mi. Atrás quedaron al menos por once meses,

las comilonas y deliciosas desveladas con bebida, música y risas.

Aún oigo el eco de todas ellas. Y me traen profundos y bellos recuerdos,

ah, cuanto no conversamos acerca de nuestra niñez y anécdotas

familiares, afortunadamente lindas. A la par de otras muy tristes.

Mas a la vara del tiempo, las tristes ya no hieren como lo fueron.

Mientras las felices…ah, se sintieron tan intensas y alegres como

cuando las vivimos. Y por todo ello doy gracias al cielo.

Mas esta noche quise estar conmigo, Lobo mi perro y Speedy, el

gato que mantiene el cementerio libre de ratones.

Traje conmigo mi botella de Tequila, limones, mi libro…

la lámpara de petróleo, la tengo a la mano en un hueco del

viejo árbol que extiende sus ahora torcidas ramas en dirección

a las lajas de cantera de la propiedad de mi Mamá. Todo está bien.

Daré una vuelta por las avenidas del cementerio saludando a uno

que otro cuyos huesos aún inquietos no concilian el sueño.

Ya saben quien soy. Reconocen mis pasos y me hacen saber con

el traqueteo de sus huesos cual maracas, que quieren mi atención.

La cual con mucho gusto les doy. Luego de unos minutos, me voy

a mi lugarcito, a hacer lo mío. Darle unos tragos a mi Tequila, fumar

unos cigarrillos, acariciar a mi perro antes de leer un rato.

Y pasar una tranquila noche en el cementerio.

EO

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