Guadalupe preparaba un arroz con piloncillo
muy rico. Una madrugada calurosa, Alfredo mi hermano
y yo que habíamos estado durmiendo en este colchón
en el patio. Nos levantamos a comer ese arroz con piloncillo.
Una vez satisfecha nuestra hambre. Nos regresamos a dormir
frente al cielo tachonado de estrellas. Un recuerdo muy bonito.
Porque se repitió, una vez que Alfredo vino a ver a mi sobrina
a San Diego. Y me invitó. Fui a verlo. Cenamos. Les canté unas
canciones y los dos dormimos de nuevo junto al otro
como la vez de arriba. En la sala de la casa de mi sobrina.
Dormí junto a mis hermanos, mil veces. Como lo hacen los
cachorros. Y esa última vez que dormí al lado de mi hermano
la recuerdo con mucho cariño.
EO