Que le da el disgusto de su vida.
A Jesús. Pasando por el Templo y viendo el escandaloso
espectáculo que se desarrollaba. Los agiotistas del día haciendo
de las suyas en el recinto destinado a la oración y reflexión.
Cuando los vio ensuciando las mesas limpias destinadas
al rito de la santa celebración.
Volteó mesas patas arriba…gritando con una voz que alarmó al
mismo ratón que vivía plácidamente en el último rincón.
No se le creía capaz, sabiéndolo siempre de un carácter y
temperamento ecuánimes. Más ese día le dio a medio mundo
la gran sorpresa. Tan fue así, que hasta la fecha se recuerda
todavía.
EO