Vivir toda la vida mintiendo como un padrote.
Con el argumento de la salvación eterna como soporte.
Mientras el sacristán mantiene limpia la sacristía
para el siguiente día.
Para volver a repetir la misma mentira:
– Ó te portas bien ante mis ojos, o te quito tus antojos.
– Soy nada más y nada menos que el gerente de Dios.
– Necesito de ti antes que todo, tu Diezmo sobre todo.
– Me enfada que esta inflación no me permita vivir
con mi obligación. Pero la tentación de mis tendencias,
unas no buenas y las otras tampoco, me llevan a pecar
de la forma en que no quisiera. Que bueno que cuento
con el privilegio del auto perdón.
EO