Querido amigo, que te podría decir de esta noche.
De esta linda noche como la de anoche. Luego de cenar mis
frijoles negros con un plátano macho, me vine a sentar bajo el
árbol a seguir contando las estrellas. Anoche perdí la cuenta y
quiero ver si esta noche termino la tarea. Mi perro y mi gato,
me hacen la cotidiana compañía. El uno está a un metro y el otro
en mis piernas. Rosa viene en camino. Paró en el supermercado a
comprar comida para estos peludos, unos huevos y jugo de naranja
para nosotros y una de tinto para embriagarnos. He estado todo el
santo tiempo al pendiente de las noticias en México. Mientras yo
me despierto con una resaca a las nueve de la mañana, y enciendo
la computadora para ver la conferencia matutina del presidente
LO, fresco como una lechuga…dándole cuentas al ciudadano de
México de las cosas….me siento avergonzado. No mucho. No mucho.
La verdad. Un poquito. Un poquito nada más. Así, que tú digas….huy…
no. En fin. Te decía. De qué estaba hablando? Ah, si.
Estoy muy contento de estar gozando este momento sentado al pie
del árbol en compañía de mis seres queridos. Cuantas estrellas van?
Ya me equivoqué otra vez. Nunca voy a lograrlo. Me rindo.
Mi reporte: mil y mil más. Punto.
Mejor voy a contar las cosas que si puedo ser capaz de contar.
Tales, como la invaluable compañía y amor que sería imposible de
cuantificar, de Rosa y el último de sus cabellos. Sus besos que son
el pulque sagrado de mis antepasados. Su piel, desierto de Sonora
que es humedecido por la brisa de Yucatán. Y que tengo el alto
privilegio de gozar. En cada aye de placer.
Ah…Rosa mía…llega en una pieza y segura…que te esperan mis
brazos abiertos de par en par.
EO