Tuvimos un festejo maravilloso a raíz del arrollador

triunfo de Claudia Sheinbaum en la votación del dos de

junio. Ya desde temprano, sentíamos en los huesos el

desenlace del mismo. Como les platiqué, adornamos el

patio con papel picado de lado a lado. De comida preparamos

carnitas. De eso se encargó Don Rodrigo el carnicero, que vive

en el #2, con su esposa Juanita y su hijo Federico quien está por

recibirse de ingeniero químico. Es un joven muy estudioso y amable.

Nos cae muy bien a todos y en particular a Martha, la hija de

Don Julio y Doña Pina, quienes habitan el #6 de la vecindad.

Ya se han comprometido en matrimonio y son una linda pareja.

Somos una familia, deveras. Entre todos nos ayudamos.

Hemos reído y hemos llorado hombro con hombro. Pero les

decía, quebramos piñatas…comimos a hartarnos, bebimos agua

fresca de piña, tamarindo y jamaica, con mucho hielo y chía.

Pagamos tres horas de Sonido, bailamos de allá para acá y de

regreso. Ya para eso de la medianoche luego que se retiró el

joven del Sonido Cumbianchero, me tocó sacar la guitarra

y a Don Fausto el del #3 su acordeón. No, pues nos vinimos yendo

a dormir hasta a eso de las tres de la mañana. Rosa tuvo que ir a

su rancho porque su hermano Roque y su esposa Petra iban a

bautizar a su hijito. Tuve la fortuna de gozar de la compañía de

Susana, su esposo estaba en Chicago…Rosa en el rancho…

el bendito alcahuete del Demonio entre los dos…el roce de los

suaves tibios dedos de Rosa recorriendo mi cuello secuestrando mi

proximo sorbo de aire…fueron más que sobrado para encender

el deseo que se siente al filo de la madrugada. Y entre los dos

nos encargamos de extinguirlo, hasta el cansancio.

EO

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