Esa mágica tarde de hace medio siglo. En que por cosas
circunstánciales como la mayoría de las veces que las cosas
suceden. Este amigo mío que no teniendo algo mejor que hacer,
a una corrida de toros me invitó. Estando en tres de mis cuatro
sentidos al momento que a mi puerta tocó, accedí a su nefasta
invitación. El hecho que llevaba dos botas de cuero de vino de una
forma me convenció. Aunque yo ya tenía mi parte dispuesta en mi
alacena para salvarme de cualquier otra situación.
Era la primera vez en mi vida que a una de esas celebraciones asistía.
Estando esa plaza de toros mentada a dos cuadras toda la vida.
Luego de diez minutos del espectáculo que a mis delicados ojos se
exhibía…mis oídos oyendo una desagradable vulgar cacofonía…
el aliento hediondo de esos próximos a mi tenía…irritaron mi
sensibilidad en grado extremo. El vomito casi acudió en mi
auxilio. Luego de haber visto la humillación y desprecio y falta
de respeto que el Matador por el hermoso toro tenía…opté por
levantarme y salir de ese infierno en que esa hermosa criatura
de la Madre Naturaleza se encontraba y era abusado.
Cuando hete que uno de sus pitones…entra por la parte
inguinal…ah…cortándole toda la parte abdominal…cual
bisturí cósmico…linda la incisión…Galeno no la habría
hecho mejor. Ah…oye, que el estómago e intestino superior
brotaron del estómago del matador…hacia la arena de la
Plaza de arena…bello. Bello, fue bello. Y el Matador se desplomó
sobre la arena como el gran de la tarde perdedor.
Ah…en mi vida había sentido tal satisfacción.
Mueran todos los Matadores. Viva el noble toro amante de la vida
y su natural alrededor.
EO