Que al pobre de Galileo se lo iban a despachar.
Por haber publicado que la Tierra no era el centro de la
creación, como la Iglesia hasta entonces lo había pregonado
por mar y tierra ser lo que era ser. Y pues el pobre hombre,
temeroso de perder la vida, pues se retractó. Pues quien no,
verdad? Y pues fue condenado a pasar el resto de sus días en
compañía de el mismo y sus telescopios. Mientras él escudriñaba
las estrellas, los vividores de la mentira y el engaño, su vida muy
a su modo mantenían y seguían. Libres de preocupaciones…
viviendo una vida sin hambre ni necesidades. Teniendo tres comidas
al día y disfrutando un buen vino cada noche. Hasta la fecha. Así es
todavía. Mientras el pobre no tiene para comer, ellos se hartan hasta
el amanecer. Bastardos inmundos, despreciables infelices.
La Religión y todos y cada uno de sus despreciables inmundos
parásitos. Mueran hoy, mañana y pasado mañana a mediodía.
EO