En la riqueza material extrema. En la abyecta pobreza y
sus momentos de felicidad. Surcando los mares en el más
lujoso yate. Caminado tus pasos en tus zapatos desgastados.
Llegando al hartazgo con los mejores platillos y vinos.
Comiendo la comida corrida más accesible a tu bolsillo
bebiendo el más barato aguardiente. Llegarte de Nueva York
a Madrid en diez horas. Llegarte a tu pueblo a diez horas de la
capital…es lo mismo. El placer es momentáneo. Como cuando
la lluvia acaricia tu cara por dos segundos. Es lo mismo.
La felicidad es breve…como la nota musical tocada hace un
segundo. Así. Si, la pobreza castiga el estómago más que todo.
Más…cuando lo satisfaces….te llena completamente. Igual que al
rico. Más hay una cosa que el rico no conoce:
el sabor de la necesidad cuando todo lo tiene a su disponibilidad.
EO