Pasé al pasillo de los recuerdos. Aquí, a un lado de

la pequeña sala de mi mente. Próximo al cuarto donde

descanso luego de mis a veces extensos días. Unos lindos

otros no tanto. Pero en fin, aún me toca contarlos.

Oye…es una de dos libreros a los lados…derecha e izquierda.

Correcto. De repente tomo unos pasos luego de levantarme

de mi pequeña cómoda silla…y halo lo primero a mi cerca.

Ah…el recuerdo de Bertha mi vecina bañándose en el corral

de su casa a jicarazos, cuando yo tenía 9 años y aún pecar no

conocía. Ah, también tengo ese recuerdo archivado. Luego de

saborear las imágenes de Bertha…seguí caminando y hete

que jalo el recuerdo de esa noche sublime que toqué las mismas

estrellas…te imaginas? Qué cómo? Imagina besar los labios más

suaves cual de terciopelo…tibios como la misma sangre…

subir y bajar las palmas de tus manos recorriendo a la mismísima

Guadalupana…te imaginas…? Para morir de deseo. Y lo que recuerdo,

es que luego de haber recorrido el mundo entero con mis manos…

haber caminado con mis labios las más suaves colinas carnales y

y el Popo e Iztaccíhuatl en su centro púbico más profundo y cálido que

el centro del planeta…bueno, pasé más adelante en la travesía por

el pasillo de los recuerdos a otros muy ligeros y sin embargo no menos

importantes. Porque así es, querido lector. Todos y cada uno de esos

recuerdos son estrellas que guardo en esos libreros y todavía, aún

otros más importantes, en una cajita de madera de ébano cubierta de

terciopelo. Y, pues fue lo que hice esta noche.

EO

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