Son las nueve de la noche y acabamos de tomar una

merienda consistente en unas quesadillas y una ensalada

de pepino y cebolla morada. Con un algo de aceite de olivo

y vinagre balsámico. Estamos ahora al pie del arbolito, Maria,

Roberto el gato y Juan el perro. Lindos compañeros.

Que nos alegran los días y noches con su compañía.

María está acostada en esta frazada de Chinconquac que

compré en Puebla, sobre el césped. Su cabeza en mis piernas

y sus manos sujetando las mías. No me deja ir a ningún lado

aún sin mi sombra. Que le voy a hacer. La amo más que todo.

Bueno…si me ofrecieras las estrellas…tal vez te la daría…pero

hasta ahora ninguno me ha hecho esa oferta.

María y su cabeza descansando en mis piernas es más de la

mitad de lo que será cuando esté en mis brazos. Ya casi estamos

en eso. En vía de mientras estamos contando las estrellas.

En un vano intento de hacerlo, porque ya no sé cuántas veces

hemos tratado de hacerlo. Pero nos divierte, cien veces más

que ver La Rosa de Guadalupe en la tele. A lo lejos vemos las

luces de la ciudad e imaginamos la jungla de concreto y plástico

que hemos de recorrer una vez más mañana por la mañana.

Más por ahora todo es felicidad.

Así que no me voy a quejar. Y no te voy a hacer mención de lo

caluroso que ha estado el clima, porque tú ya lo sabes.

Que tengas una reparadora noche.

EO

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